Una de las noticias relevantes en el mundo del espectáculo en EEUU (y que tiene repercusión en industria del entretenimiento a nivel mundial), es la huelga en la que se encuentran más de 160.000 miembros de SAG-AFTRA, el sindicato de actores, a quienes se sumaron los 11.500 guionistas.
Solo los directores llegaron a un acuerdo con los estudios, lo que evitó que los tres gremios más importantes del sector estén a la vez en huelga. Es la primera vez que actores y guionistas van juntos a la huelga en seis décadas.
Esta reacción (de irse a huelga) es por el fracaso de llegar a un acuerdo en convenio colectivo con los estudios de cine y televisión.
Lo que llama la atención son las diversas demandas que han tenido tanto los actores como los guionistas y que no han sido acogidas por la industria de cine y televisión, las que se relacionan normalmente con temas laborales, mejoras salariales, sumando un requerimiento en aumento del monto que los artistas reciben cada vez que una empresa de streaming vende los derechos de una serie o película a un nuevo mercado o plataforma. Este pago, conocido en la industria como “residuales”.
Sin embargo, es relevante que uno de los temas planteados es la visión que tienen del uso y desarrollo de la inteligencia artificial en mundo de la industria audiovisual y cómo puede afectar al capital de los trabajadores que es el talento.
Es así como el negociador jefe de los actores, Duncan Crabtree-Ireland, aseguró que los intérpretes encaran una “amenaza existencial a su forma de vida” por la irrupción de la inteligencia artificial en su trabajo.
Por su parte, la presidenta del sindicato de actores, Fran Drescher, señaló que “lo que está ocurriendo aquí es importante porque está pasando en todos los campos del trabajo… Es un momento histórico, es el momento de la verdad. Si no nos ponemos exigentes, estaremos en peligro de ser reemplazados por las máquinas”, aseguró la presidenta de la organización en un tono beligerante.
Como respuesta a este último punto, los estudios, agrupados en la Alianza de Productores de Películas y Televisión (Amptp, por sus siglas en inglés), han dicho a través de un comunicado que el sindicato “ha elegido un camino que provocará problemas financieros” a miles de personas que dependen de la industria. En el documento, las compañías aseguran haber ofrecido el mejor incremento en 35 años y una propuesta “rompedora” para proteger a los intérpretes de que su imagen sea utilizada sin su consentimiento en la era de la inteligencia artificial.
El sindicato de guionistas ha estimado que la huelga cuesta a la industria unos 30 millones de dólares cada día por lo que la paralización de actividades, mientras más dure, más problemas generará en este sector.
Estamos observando con estos hechos, como la discusión teórica sobre los efectos de los avances de la inteligencia artificial, están generando en la práctica afectaciones a los empleos y trabajos, en este caso concreto, en la industria de cine y televisión.
Lo que parece sólo un problema entre privados, tiene repercusiones sociales y no tan sólo en el ámbito laboral, sino también en el desarrollo y uso de la inteligencia artificial. Es por eso que se discute en EEUU estos efectos y la discusión de la regulación de la inteligencia artificial también incorpora esta dimensión.
¿Y qué pasa en Chile?
Mientras en Chile, encontrándonos en un momento de discusión del proceso por una nueva constitución, sólo se visualiza discusiones respecto a derechos y garantías constituciones y propuestas que limitarían el derecho a huelga, en esas mismas instancias no se observa mínimamente una consideración respecto al desafío social frente a las nuevas tecnologías y efectos de esta en la sociedad.
No se observa, además, una debida discusión respecto a la regulación o marco de acción para el uso y desarrollo en nuestro país de la inteligencia artificial, a pesar de que en abril de este año un grupo de diputados presentó un proyecto de ley que busca regular la inteligencia artificial en Chile, el cual no ha estado exento de críticas (en los que me sumo), por la forma de abordar el tema, las restricciones que se imponen y una mirada cortoplacista en su regulación.
Falta mayor discusión, reflexión y propuestas que estén a la altura de los nuevos tiempos, con una mirada prospectiva y considerando que los viejos modelos de gobernanza serán completamente superados. Hablamos de una problemática mundial más que local.
